miércoles, 15 de abril de 2015

Otro camino


Aún con el abrigo de lana tapándole los nudillos, enciende un cigarro, contemplando la vista desde su balcón. Su cabello ha de estar mucho más corto, negro, atado en cola, con flequillo de coté, y su cara de niña intacta a pesar de sus veintisiete años. Se sumerge en el pleno otoño, observando alguna que otra hoja caer a lo lejos, y a los colores del cielo cambiar. 
Pensativa, detenida, indescifrable para cualquier imaginar. En su rostro no transmite señal alguna, no hay gesto, ni nada que libere emoción a libre interpretación, calla y sólo deja que el viento grite fuerte jugando entre las cortinas blancas de la habitación a sus espaldas.
No conoce nada, no le sorprende. Y del idioma ni hablar (tampoco le ha de preocupar).
Sólo el disipar de un tiempo, que la consume como ella a su cigarro, echando cenizas al viento, sin importar más. 



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