Es más, es todo lo que sé al respecto de no saber.
Hay alguien más, alguien definido, que lleva mi rostro y viste mi piel, pero fue un yo, fuí yo.
Como un espejo voy desdoblando mi imagen en centenares de ejemplares del pasado que no es hoy.
Los pienso, me reconozco y desconozco. Me quiero y me aborrezco.
Los pienso, me reconozco y desconozco. Me quiero y me aborrezco.
Me pierdo.
Me abrazo a cualquier estímulo actual que me haga sentir un poco viva,
mientras se desmoronan los ideales y desconfío poco a poco del mundo.
Algo o alguien intenta apagar mis deseos.
Lo veo y no lo veo. Podría estar ciega hasta con los ojos bien abiertos.
Cualquier dolor se vuelve amorfo e invasivo
Cualquier dolor es poderoso y destructivo.
Y cada una de estas palabras no importan, ni van a importar.
Porque lo que hoy no es, no creo en que mañana será.
No hay respuesta, ni hay pregunta.
De mi, nadie se asusta.
Y eso no es bueno, nada bueno.
Yo tampoco sé quién soy, pero provisoriamente me nombro con una identidad secreta detrás de cuya máscara escondo -y asfixio- la ignorancia y la incertidumbre acerca de mi rostro.
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