viernes, 25 de julio de 2014

No soy buena con los titulos, menos un viernes a las 3:20 am

En medio de una fría noche, en la que el calor se escapa de mi alcance y sólo se congela mi piel, mi imparable mente distinguió algo que confundía. El miedo no era causa o razón por la cual colapsaba desbordando mi sensibilidad, sino que había algo más en cómun en todos aquellos episodios imaginarios que me llevaban a tal situación: la pena. El miedo actuaba como excusa. La pena, sin embargo, se hacía sentir a extremos tales que desconcertaban al propio juicio, deteniendome en un espacio invisible, inentendible, que me hunde en lo peor de mi.
Los ojos no descansan, y tiemblan hasta los huesos. No sé qué solución puede tener este tipo de estados, siquiera sé si puede llegar a tener una. Sólo sé que aparece y me derriba porque puede, porque sabe lo que me duele, porque sabe que no todo siempre se puede pasar por alto.
Quizas es necesario. Es decir, es "así", porque no puede ser de otra manera. Quizas sea un acto conciente del inconsciente. O quizas sea al revés.
Las certezas quedan fuera de juego en estos tristes ratos. Sólo queda lidiar con la incertidumbre hasta que el cansancio adormezca esa pena, y así recién poder continuar un nuevo lapso de tranquilidad.

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